Hoy Soy un Isótopo


No me voy a extender demasiado en explicar los pormenores de mi apellido. Sólo os avanzaré que un isótopo no es más que un átomo con unas características especiales.
Probablemente mi nombre de pila ya os resulte algo más familiar: U235. Es la abreviatura de Uranio-235. A diferencia de mi hermano mayor, el U238, yo resulto un poco más molesto. Soy, para que me entendáis, el pariente gamberro de la familia. Dicen los científicos que frente a U238, sólo yo tengo la capacidad de provocar una reacción de fisión en cadena (energía nuclear, para entendernos). No sé muy bien a lo que se refieren pero juntar las palabras "reacción" y "cadena" en una misma frase ya, de por si, huele a peligro.
Lo cierto es que estos días me he puesto muy de moda. Salgo en los informativos de todas las cadenas de televisión, me dedican páginas todos los diarios del planeta, estoy en boca de políticos, pacifistas u onegés y soy el centro de atención de miles de tertulias en cualquier rincón del mundo.
Aseguran los que me defienden a ultranza que la energía que sale de mis entrañas no produce emisiones de CO2. Alegan que mi presencia reduce la dependencia del petróleo, cada vez más escaso. Se escudaban (hasta la fecha) en que se trataba de proceso de fabricación seguro y que lo de Chernobil fue una gota de aceite en un océano.
Aquellos, sin embargo, que me quieren ver fuera de juego, se hacen una serie de preguntas:
- ¿Qué hacer conmigo cuando esté muerto? El vivo al rollo y el muerto al hoyo, parece ser la consigna. Una suerte de camposanto nuclear que pocos desean cerca, donde otros primos míos reposan sin demasiadas garantías de seguridad total.
- ¿Cuál es el coste de construcción de una central nuclear? Alrededor de 4.000 millones de euros, una cantidad que no incluye la gestión de los residuos y que es, a todas luces, escandalosa.
- ¿Qué ocurre si decido hacer de las mías (como acaba de ocurrir en Japón) ? Una sola muerte directa o indirecta por mi culpa es razón suficiente para no seguir con el programa nuclear.
- ¿Y si, en un ataque de locura colectiva, me quieren utilizar con fines bélicos? La cosa se pondría muy muy fea.
Hoy, más que nunca, desearía hacerme el harakiri.

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