Hoy Soy Donald Ritchie
¿Por que no vienes a tomar un té a mi casa y charlamos tranquilamente? Desde hace medio siglo vengo repitiendo esta frase, con un nudo en la garganta y una fe inquebrantable. Sé que si estoy planteando esta sencilla pregunta es porque aún estoy a tiempo. A tiempo de salvar una vida. A tiempo de hacer recapacitar a alguien que no ve luz al final del túnel. A alguien que ha perdido definitivamente toda esperanza. Más de 160 personas han aceptado mi invitación a lo largo de 50 años. Un té, unas pastas y algo de conversación a cambio de no saltar al vacío.
Cerca del puerto de Sydney hay un acantilado rocoso llamado The Gap al que hombres y mujeres desesperados acuden con la única intención de acabar de una vez por todas con una vida que sólo les provoca tristeza. A pocos metros de aquel paraje tan bello como macabro, resido yo. Cada tarde, frente a la ventana de casa, oteo el perfil agreste con mis prismáticos en busca de gente sin esperanza. De gente que ha dicho basta.
Pero no siempre he llegado a tiempo. A veces, los poco más de 300 metros que separan mi casa del acantilado se antojan eternos para un anciano como yo, que ya ha cumplido con creces los 80 años. En otras ocasiones mi invitación a té y a una charla sin compromiso no han sido suficientes argumentos para evitar el salto a la nada.
Nuestra vida nos pertenece y tenemos derecho a hacer con ella lo que nos venga en gana. No soy yo quien deba juzgar las razones por las que alguien desea dar carpetazo a la suya. Sin embargo, a veces, basta un pequeño gesto para cambiar el rumbo de nuestros destinos.
Nada tiene más valor que escuchar -y ofrecer- unas palabras reconfortantes en el momento preciso. Y este consejo vale para cualquier momento de nuestra existencia, por insignificante que a veces nos pueda parecer. Haz la prueba.
Donald Ritchie acaba de ser nombrado Ciudadano del Año en Australia por evitar la muerte de más de 160 personas
Genial este señor. Pero qué responsabilidad carga sobre sus hombros... vivir ahí debe ser como estar pendiente todos los días de lo que sucede a 300 metros y "tener" que hacer algo. Yo soy una cobarde (o egoista quizá) y me mudaría o no dormiría ninguna noche, venga otear el horizonte... Es admirable... Y tambien hace pensar en cuánta gente también se hubiera podido salvar si alguien le hubiera ofrecido la taza de té y la conversación, no un minuto antes de saltar, sino quizás semanas antes, meses, años... Cómo no estamos atentos a lo que hay a nuestro alrededor... Y que miserable es esta especie que en lugar de salvarte tu familia, un amigo, un vecino, tan solo quizá también con un pequeño gesto o viendo lo que te pasa a tiempo, sea un desconocido el que te salve en el último minuto. Y me pregunto: qué es lo que hace él de especial para que evite tu muerte que no pueda hacer alguien más cercano? Escucharte tal vez?
ResponderEliminarSí, Alicia. Escuchar. Esa es la palabra. Escuchar. No quiero parecer cursi, pero es la clave de gran parte del éxito en las relaciones interpersonales ya sean de amistad, de pareja, de trabajo o paternofiliales. Ostia puta, debe de ser muy complcado ponerlo en práctica porque para la mayoría de nosotros ( me incluyo) es la asignatura pendiente.
ResponderEliminarEscuchar. Esa es la palabra clave.
ResponderEliminarTe escucho. Habla. tienes mi telefono... te con pastas...no creo..pero cervecita y aceitunas todas las que quieras ...no s veremos este verano..????
ResponderEliminar¿tu teléfono? Mi agenda no es el listín de telefónica. No, es cierto. Té con pastas no suelo tomar ni en invierno. El verano huele a cerveza. Y más hoy que España se la juega y hay que celebrarlo junto a los amigos.....
ResponderEliminary con los enemigos...ja,ja,ja,ja aunque sea en la distancia, (no desbarres mucho cielo.)
ResponderEliminarbueno...yo creo que ya a estas alturas ya no somos enemigos....,ja,ja,ja