Hoy Soy Hermann Tertsch
No gano para pijamas. Durante mi reciente intervención televisada desde la cama del hospital en el que me recupero de mi supuesta agresión se me escapó un pedo de derechas. En el preciso momento en que esa inesperada flatulencia conservadora se desprendió silenciosamente de mi ojete, yo echaba mierda sobre Wyoming, al que he culpado desde un inicio de ser el instigador moral de la paliza que recibí en un bar de Madrid una noche de copas.
Noté que ese tufillo pestilente, propio de aquellas ventosidades que se pegan a la prenda y permanecen allí largo rato, se extendía por la habitación como una mancha de aceite. Pero yo, en ese instante, no tenía ojos para mi ojete. Estaba en otros menesteres: “Nos veremos en los tribunales”, recuerdo que acerté a decir en clara alusión al presentador de “El Intermedio”, al que considero responsable moral de mis dos costillas rotas, a pesar de no tener ni puta idea de cómo ocurrieron los hechos.
Pensé que lo peor ya había pasado. Estaba a punto de finalizar mi primer editorial televisado de “Diario de la Noche” desde que estoy hospitalizado cuando noté de nuevo que algo se removía en mi estómago. Alcancé a amenazar a la audiencia con un ”En enero cuenten conmigo. Hasta Pronto” y se produjo la gran explosión. Como si mi ano se hubiera asustado por lo que acababa de escuchar, una gran flatulencia resonó entre las cuatro paredes de la sala.
Cuando cortaron la emisión, decidí cambiarme el pijama. He de confesar que no me costó nada porque, a lo largo de mi vida profesional, he estado muy acostumbrado a cambiar de chaquetas: antes de entrar en nómina en la cadena de mi amiga Esperanza Aguirre, pasé veinte años como periodista de El País, tres de ellos como subdirector y jefe de Opinión de ese diario. Para desempeñar estas funciones hace falta un grado de integridad moral y de compromiso con una ideología -progresista en este caso- que me he pasado por la entrepierna. Chaquetero, me llaman.
Y, vista mi capacidad para llenar de mierda, sin pruebas, a alguien que se gana las lentejas con algo tan fascinante como el humor, también podéis llamarme pijamero.
Feliz Navidad.
Eso eso. Que le rompan supuestamente unas cuantas costillas más, que para algo este tío no es de la cuerda.
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