Hoy Soy Tina Asmus
Acabo de recibir una citación de la policía de Chicago para que retire en un plazo no superior a 30 días los dos inodoros que tengo instalados en el jardín de mi casa a modo de originales maceteros. En caso contrario, me enfrento a una multa de 500 dólares. Al parecer a alguno de mis vecinos le incordia visualmente que utilice un par de retretes como tiestos. Cada cosa en su sitio, viene a argumentar este vecino desaprensivo que trata de amargarme la existencia y que ha recurrido a las autoridades para privarme de mi derecho a disfrutar de una original letrina en mi vivienda. El cagarro en el excusado y las florecitas en la maceta. Como si todo tuviera que tener un espacio previamente asignado y nada pudiera romper este pacto tácito entre objeto y destino. Me niego a aceptar que las cosas vengan predeterminadas. En la taza del water de mi casa puedo cagar pero también puedo bailar hasta caer extasiada. Puedo vomitar tras una noche frenética o follar apasionadamente con mi chico. En la taza de un lavabo puedo llorar, descansar, meditar o leer el periódico. Y, por supuesto, puedo plantar flores. Porque, para que las flores crezcan, hace falta mucho estiércol, que no es otra cosa que mucha caca.
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