Hoy Soy Bus
Me he levantado pronto esta mañana. Tenía preparado un gran bol de leche, como cada día. Uniforme oficial, gorra y al trabajo. Soy jefe de estación de Aizuwakamatsu, en la provincia de Fukushima, en pleno centro de Japón. Mi principal misión es reactivar el alicaído uso de los ferrocarriles en mi país. Hasta aquí todo normal, salvo por un pequeño detalle al que no le doy la menor importancia: soy un gato. Sí, coño, un felino. Ya sabéis: mostacho, cuatro patas, pelos por el cuerpo y siete vidas.
Pero he de confesar que estoy un pelín jodido. Esto no es lo mío. De entrada porque llamarme Bus y promocionar trenes me parece una absurda contradicción. Además, prefería mi anterior trabajo como meteórologo en un canal de televisión local. Ya sé que más de uno estará pensando que todo esto suena a coña. Pues hablo muy en serio, queridos.
Todo empezó hace tres años, cuando a una colega, Tama (la que aparece en la foto que ilustra esta crónica), la nombraron responsable de la estación de Kishi. La idea era reactivar el número de viajeros, que últimamente ha caído en picado por culpa de esta crisis galopante. Ella tiene suerte: luce una vistosa capa y se deja ver con orgullo y cierta pedantería en la cabina del conductor. Su presencia ha logrado incrementar en cerca de trescientos mil el número de pasajeros que cada año se acercan a la estación.
Ahora espero con ilusión mi próximo destino. Me he negado en redondo a que me paguen en especies -nada de sardinas-, he exigido una casa cerca de la de Mónica Bellucci y, por supuesto, jornada reducida. Acabo de contratar a un representante que me ha prometido que está a punto de alcanzar un jugoso acuerdo. De entrada me ha sugerido que le añada una H a mi nombre. Asegura que, como Bush, tengo un prometedor futuro haciendo mil guarradas. Ya lo veo en letras grandes: Bush, el gatoporno. Para que luego digan que de la crisis no se pueden extraer oportunidades laborales. Por 30 euros te la chupo mientras te avanzo el tiempo que hará mañana. ¿Te interesa?
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